sábado, 19 de noviembre de 2011

ODA AL ULTIMO HOMBRE UNIVERSAL

Ya se abren paso en procesión

Desde el mar de los caídos

Los oscuros arcángeles surgidos del frio,

Sin más convicción ni objetivo

Que llevarse el alma inocente

Del que fuera el último profeta viviente,

Y mientras van llegando al punto

Donde han de hallar los despojos del desdichado

Sienten la mirada acechante,

De los perros que aullando

En medio de la nublada calle,

Ven pasar al lúgubre cortejo

Y se lamentan como presintiendo

Que a otro humano le ha llegado el tiempo,

De despedirse de los mortales.

Se disponen los espectros

A apresar el alma libre

De ese viejo trovador,

A quien pronta acudió la amarga muerte

Para cobrarle el saldo de una cuenta

Que a otro tocaba pagar.

Pronto rumbo toman

Hacia el tenue rio Estigia

Los acólitos de la oprobiosa soberana

De aquel sórdido inframundo que ansioso espera

Por la bienaventurada y siempre buena alma

Del último de los poetas.

Ya del cielo va cayendo un aguacero,

No de gotas sino de letras,

Porque los justos y los santos

Le lloran amargos adioses

Al gestor de sus deleites

Y filosofo de porte

Amante de la vida,

Viajero sin pasaporte,

Pájaro que sin alas

Se enfrentaba al horizonte,

Nacido en cuna pobre

Con destino ya marcado,

Se rebeló con ventura y de buen agrado

A las injurias que el pasado

Quiso marcarle en la frente.

Fue guerrero valiente

El que allí yace marchito,

Justo, fiel, clemente,

Feliz y calmo ante lo adverso,

Portador de eterna sabiduría

Nuca se proclamo a si mismo

Profeta…

Fueron sus seguidores los que quisieron

Colmar de vanidad

Al que por biblia llevaba un libro,

Por compañera una guitarra vieja,

Por arma la palabra,

Y sin poseer castillo alguno

Ni más legado que sus ideas

Llego a la gloria eterna

Junto a su creador y maestro

El incansable viajero

Que por hogar tuvo al mundo,

Regalo máximo y divino.

Ese que no guardo rencores,

Ni odio ni melancolía,

Encontraba placer en las flores,

En el viento y en las sonrisas

Y caminando a paso lento

Por las calles destruidas

Pregonaba en silencio

Las bondades de la vida,

Efímera vida

Que vino a arrebatarle un día

Un grupo de malhechores.

No se aferro a nada

El guardián de multitudes.

Tuvo más de cien amadas

A las que ofrecerles las nubes,

Sin más posesiones terrenales

Que su mismo cuerpo,

Portador de su existencia

Y sus hondas inquietudes

No florecía aun la mañana,

Cuando expiro su corazón,

Y de a poco apago la llama

De sus oceánicos ojos

Que presos de un sueño eterno

Se cerraban mientras ya

El intenso dolor cedía

Hasta traerle la paz,

Mas con su último aliento,

En lugar de maldecir y reclamar

Se despidió con un suspiro

De toda la humanidad,

De los “Nosotros” indolentes

A los que tanto supo amar.

Hasta que los fríos proyectiles

Con precisión implacable

Le desgarraron la carne

Y desangraron su cuerpo

En espectáculo grotesco

Que dio inicio a este lamento

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